DESEO FRENTE A UN ESPEJO. Confrontación con la sombra cuando contacta con lo sagrado.

Practicar la dominación ha sido una constante encrucijada entre dilucidar si realmente estoy contactando con la realidad mística del Yo, ese espacio aparte del mundo ordinario y del tiempo circundante, lo que Paul Tillich entendía como impulso ontológico de la reunión de lo separado, con una intuición velada que intenta unir la esfera privada con la religiosa, que es finalmente, lo sagrado que reside en toda existencia. Considero esta duda como la consecuencia del exilio del contacto de mi ser con mi alma, aceptando que también hay un exilio con el exterior, tal como funciona el principio hermético: como es arriba es abajo, profunda verdad que lleva a constatar a modo de ecuación metafísica, la parte faltante de un planteamiento que me atormenta. ¿Estoy pecando al dominar y estrechar vínculos con sumisos o simplemente soy un sujeto que se atreve mediante un ritual performativo a liberar a quienes acuden a mí? Como siempre he dicho, ni en mi mejor sueño hubiese imaginado que estaría en mis tempranos treintas practicando la dominación. Pero ¿a qué le temo tanto que me paralizo constantemente? Quizás estas prácticas tienen una profunda repercusión en mi inconsciente, tanto así que debo tomar pausas que parecen recreos neuróticos, mientras intento subvertir la connotación negativa que intento escindir.
Asumir el riesgo de ser vista mientras respondo al llamado del deseo, de remembrarme en esta desconexión inducida por la culpa para replantearme a mí misma. ¿Cómo redimirme de la carga del yo y recrearme en el sacramento del gozo? Mis primeros pasos se dirigen a entender que abrirme no me debilita, sino que intensifica lo que me identifica en mi individualidad, reconocer e incrementar mi potentia.
Uno de los mayores logros de una psiqué madura es lograr manejar la libertad simbólica de la imaginación, y en este espacio, las disciplinas religiosas que infunden culpa, animan a los creyentes a mantenerse lejos de las tentaciones de la carne, a abandonar las bajas pasiones del cuerpo y a trabajar en dirección a los sagrados anhelos del espíritu. Pero detrás de esta íntegra fachada, hay una enseñanza mística que usa la sexualidad como un medio para sublimar la conciencia espiritual: si se enfoca de la manera adecuada puede transformarse en una experiencia sacramental, acercándonos a la plenitud del ser.
En esta metamorfosis he tenido presente a Bawa Muhaiyaddeen cuando afirma que no podemos buscar La Verdad porque es una idea demasiado grande para los seres humanos, sino que debemos hacer como si remáramos en una barca dejando que la verdad permanezca a nuestras espaldas. Mientras avanzamos, seguir remando para alejar de nosotros el espejismo, para que poco a poco nos acerquemos a la verdad.
Me impuse la tarea de reivindicar los sentidos y recuperar el contacto con lo que me satisface y deleita, con el erotismo que vive abundante y naturalmente en mí, despertar con cautela al animal salvaje y herido que debió esconderse en el bosque en una época sombría de mi vida, cuando con pesadumbre se dio cuenta, como bien advirtió Sartre, que el infierno son los demás. Para mi asombro, un día encontré sus huellas formando un camino errante, lo que me hizo amar aún más las ruinas de lo que fui, aceptando que todo proceso de transformación profunda debe ser en cierto punto doloroso y confuso. Me escabullí entre el frondoso y oscuro bosque por las grietas que dejaban entrar luz. Y así, mi mundo ha vuelto a empezar.
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